Universidad de Antioquia, dos siglos de historia

 


Medellín, Antioquia - Banco de la República

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En 1803, Colegio Franciscano. En 1871, Universidad del Estado Soberano


Autor: García Estrada, Rodrigo

Por: RODRIGO DE J. GARCIA ESTRADA
 

En 1788 se recogieron algunas rentas para la fundación de un colegio-convento de franciscanos en Medellín, la mayor de las cuales fue la del comerciante Juan José Callejas, quien dejó en su testamento 4.000 castellanos de oro para la cátedra de gramática o filosofía.

Cinco años más tarde, el doctor José Joaquín Fernández de la Torre "conmovió los ánimos de los vecinos" y logró recoger muchas otras limosnas, entre ellas la del cura doctor Juan Salvador de Villa, quien compró una casa para el mencionado colegio en 1.050 castellanos de oro en polvo. En 1796 el Cabildo de Medellín solicitó al virrey Pedro de Mendinueta el permiso "para fundar escuela de Primeras Letras, Aula de Gramática y Cátedra de Filosofía donde educados los jóvenes y elevados a facultades mayores, lograse con el tiempo esta República de buenos y hábiles ciudadanos". Finalmente, en febrero de 1801, Carlos IV expidió una real cédula concediendo permiso para fundar el convento de San Francisco en la Villa de la Candelaria.

A iniciar las labores llegaron a Medellín en 1803 los frailes Rafael de la Serna, Juan Cancio Botero y los legos Antonio Suárez, Luis Gutiérrez y Nicolás Bernal, a quienes se les unió después el fray Manuel Garay. Éste último, al parecer era un "religioso ilustrado pero que llenó de desconcierto al Superior por su carácter desigual y levantisco y que acabó por ahorcar los hábitos". Los frailes llegaron el 21 de marzo, y el 20 de junio abrieron las aulas de latinidad y letras menores. El 5 de julio el Cabildo de Medellín compró a Manuel de Yepes y a Manuel María Hernández el terreno donde durante dos siglos existió la Universidad de Antioquia, en el sitio en el que actualmente funciona su aula magna o paraninfo. La primera piedra del edificio fue colocada el 2 de agosto del mismo año, y los trabajos avanzaron, gracias a las donaciones de los vecinos de Medellín, Rionegro, Marinilla, Copacabana, Envigado, Carolina, Guayabal y otros poblados.

Por aquella época habían empezado a circular ideas de cambio e ilustración entre los criollos, quienes desde los cabildos organizaron la Junta Suprema de Gobierno de Antioquia e incidieron en la dirección y enseñanza del nuevo colegio provinciano. Por ello se fundaron las cátedras de Gramática y Filosofía en Medellín, siguiendo el reglamento redactado por el envigadeño, doctor José Manuel Restrepo. El plan de estudios diseñado por Restrepo incluía materias novedosas para la época, que recogían los adelantos en las ciencias naturales, siguiendo la propuesta de los ilustrados españoles en los campos de la trigonometría, álgebra, física experimental, hidrostática, mecánica, astronomía y química. Al frente de la cátedra de filosofía se sucedieron el bachiller Miguel de Uribe Restrepo, el patriota Liborio Mejía y el doctor José Félix de Restrepo.

Todo este esfuerzo por hacer llegar las luces del saber a Antioquia se vio manchado de sangre y miedo cuando la reconquista española llevó al cadalso o al exilio a algunos de sus artífices. Concluidas las guerras de Independencia, un decreto sancionado el 9 de octubre de 1822, redactado por José Manuel Restrepo, secretario del general Francisco de Paula Santander, fue la base fundamental de la actual Universidad de Antioquia. Gracias a aquél, el edificio y las rentas del convento de los franciscanos pasaron al Colegio de Antioquia, uno de los llamados Colegios Santanderinos (ver "Santander y la educación". Credencial Historia Nº 28, abril 1992)

Para fortalecer las finanzas de dicho colegio, el general Francisco Urdaneta, en ese entonces gobernador de la provincia, convocó a una junta a la que asistieron 59 personas, en su mayoría empresarios del comercio y la minería, quienes aceptaron apoyar económicamente la institución. Los más ricos aportaron doscientos, ciento cincuenta o cien pesos. Otros, cuyo único capital era su fuerza laboral aportaron trabajo. José Ignacio Madrid ofreció dos semanas; los maestros Gregorio Baena y Eladio Quirós, ocho y dos días como carpinteros, respectivamente; José María Hernández, cuatro días como pintor; Rafael Naranjo, tres días de trabajo; y Antonio Muñoz, dos días.

El recién creado Colegio de Antioquia empezó a funcionar en medio de una serie de traumatismos, dificultades financieras y guerras. Por un corto período prevaleció la influencia santanderista (1823-1828), que seguía las enseñanzas del inglés Jeremías Bentham, cuya lectura fue prohibida con motivo de la conspiración septembrina, en la que resultó implicado un grupo de notables antioqueños. El colegio retornó a los cánones morales de la Iglesia, tuvo por rector a un sacerdote bolivariano y se eliminó la enseñanza de cátedras de derecho. El colegio permaneció cerrado entre 1830 y 1834 por los destrozos sufridos durante la ocupación de las tropas leales a Bolívar.

El último año en mención se reabrió la institución con otro nombre: Colegio Académico de Medellín. Fue reorganizado en tres escuelas: Gramática, Filosofía y Jurisprudencia, bajo una orientación liberal, al amparo del gobierno de Santander. Además de las cátedras de derecho, se introdujo la de Química y metalurgia, requerida por la minería antioqueña. En 1837 llegó a la ciudad un profesor extranjero, Luciano Brugnelly, contratado en París, quien trajo consigo un laboratorio, colecciones de mineralogía y modernos aparatos de física. Durante dos años estuvo al frente de esta asignatura, a la cual se inscribió una docena de alumnos, quienes pronto se quejaron de los conocimientos y método del profesor, dejaron de asistir a sus clases y uno de ellos le dio algunos foetazos en público.

Al finalizar la guerra de los Supremos, el Colegio fue entregado a los jesuitas, quienes hubieron de soportar la resistencia de un grupo de jóvenes librepensadores, liderados por un ex alumno y ex docente del colegio, el diputado José María Facio Lince. Dicha resistencia incluyó un estruendoso estallido de petardos en el interior del claustro. Menos de dos años permanecieron los jesuitas al frente del colegio. Facio Lince no sólo logró la salida de los religiosos sino que recibió la dirección de aquél, la cual aprovechó para introducir nuevas materias como el inglés, la lógica y las matemáticas, economía política y derecho de gentes, geografía, cosmografía y cronología, física y mecánica. Su rectoría duró hasta 1851, aunque con una breve interrupción.

En 1856 se contrató al español Francisco de Flórez Domonte para reabrir la cátedra de Química y mineralogía. Esta vez los frutos de la asignatura se reflejaron en los discípulos del profesor extranjero, ya que todos ellos se destacaron posteriormente como expertos en minería, metalurgia y ciencias naturales, entre otros, Andrés Posada Arango, Francisco de P. Muñoz, Liborio Mejía Santamaría, Mario Escobar, Idelfonso Gutiérrez, Pastor Restrepo. Otra vez en 1860 el colegio se convirtió en cuartel militar y presidio.

Bajo la rectoría del jurisconsulto Román de Hoyos, quien asumió en 1864, el nivel académico del Colegio del Estado adquirió una dinámica inusitada, aprovechando el período de tranquilidad política que respiraría la provincia por algo más de diez años. Este fue el período que propició la transformación del colegio en institución de educación superior, organizada en torno a escuelas y con la potestad de otorgar títulos profesionales en las diversas áreas del saber. Este desarrollo coincide con la creación del Estado Soberano de Antioquia y con el inicio del gobierno de Pedro Justo Berrío, quien estuvo acompañado durante su mandato por antiguos alumnos del Colegio provincial. El decreto de 14 de diciembre de 1871 estableció la Universidad de Antioquia, en el edificio que servía al Colegio del Estado.

La marcha de la institución por aquellos años estuvo marcada por la estabilidad e impacto en el desarrollo regional a través de sus egresados, que se desempeñaron como abogados, jueces, médicos, artesanos y maestros en las diferentes localidades antioqueñas. Este período de franco avance en cuanto al número de alumnos, profesores y cátedras impartidas, así como por el número de graduados, se vio frenado en 1876 con el estallido de una de las guerras civiles más desastrosas de cuantas tuvieron lugar en suelo antioqueño. Dos años permaneció cerrada la institución, luego de los cuales reinició labores con 76 estudiantes y con un cuerpo profesoral reducido a su mínima expresión. Resurgió con el nombre de Colegio Central de la Universidad y sin escuela de medicina.

A partir de 1881 un ex alumno, el abogado e historiador Alvaro Restrepo Eusse, asumió la rectoría del plantel y empezó la recuperación del tiempo perdido. Los estudios de medicina avanzaron enormemente, gracias a las prácticas que realizaban los estudiantes en el Cementerio de San Lorenzo y en el Hospital San Juan de Dios. Un año después, la Universidad de Antioquia recuperó su nombre y puso en funcionamiento las facultades de Filosofía y Letras, Jurisprudencia y Medicina. Cabe destacar la afluencia de estudiantes procedentes de otros departamentos: Cauca, Cundinamarca, Boyacá, Bolívar, Santander y Tolima.

Una vez concluida la guerra de los Mil Días, la relativa estabilidad política entre 1903 y 1948 permitió mantener un ritmo académico continuo, propicio a la acumulación de experiencias y al desarrollo institucional. En dicho período prevaleció en la universidad la propuesta republicana y civilista del ex presidente de la República, Carlos E. Restrepo. El desarrollo regional siguió siendo el objetivo básico, como parte de una meta más amplia: el progreso nacional. Este período además estuvo marcado por el ideal de lo práctico, que buscaba formar profesionales cuyos conocimientos fueran aplicables a la industria, el comercio, la salud humana o el desarrollo de las vías y el transporte.

Entre 1913 y 1957, la Universidad remodeló y restauró su planta física, emprendió su transformación académica para incluir nuevos saberes, aceptó como alumnos a mujeres y personas de color, y logró su consolidación institucional. Fueron años también de gran dinamismo cultural, el cual se expresó en la creación de la Imprenta (1929), la Emisora Cultural (1933), la Revista Universidad de Antioquia (1935), el Museo Universitario (1943) y la reorganización de la Biblioteca (1935). Así mismo se crearon programas institucionales como el Martes del Paraninfo, que contó con una nutrida asistencia y un selecto grupo de ponentes. Por otra parte, fueron los años dorados del Liceo Antioqueño y de la Facultad de Medicina.

La composición social y racial del estudiantado de la Universidad de Antioquia había empezado a cambiar, incluyendo más rostros mulatos y negros, gracias a las becas ofrecidas para carreras nuevas (educación y contaduría), y otras medidas de apoyo a estudiantes provenientes de sectores populares de Medellín, hijos de migrantes recién llegados a la ciudad y alumnos procedentes de zonas apartadas del departamento o de otras regiones del país, como Chocó, las sabanas de Sucre y Córdoba. Para éstos se fundó la Casa del Estudiante, una residencia para alumnos pobres, en la cual se les daba albergue y se repartían alimentos gratuitamente.

Desde finales de los años cincuenta la Universidad de Antioquia inició su tránsito de una universidad tradicional y de élite, a una moderna y de masas, transformación estrechamente relacionada con la creación de la Asociación Colombiana de Universidades (ASCUN) y con el apoyo económico y científico de las fundaciones Rockefeller, Kellog y Ford, cuyos objetivos fueron la modernización y masificación de la educación superior, para fortalecer el proceso de desarrollo nacional. No sólo se incrementó el número de estudiantes y profesores, sino que se le ofreció a la juventud una mayor variedad de opciones de formación profesional. A las tradicionales carreras, y a las de creación reciente (salud pública, periodismo, bibliotecología, idiomas, medicina veterinaria y zootecnia), se sumó en años posteriores una gran cantidad de carreras como bacteriología y laboratorio clínico, artes, biología, física, matemáticas, educación física, trabajo social, psicología, sociología, antropología, filosofía, lingüística y literatura, historia y estudios bíblicos, entre otros.

En el presente, la Universidad de Antioquia ofrece un total de 72 programas de pregrado en sus sedes ubicadas en la ciudad de Medellín y en sus sedes regionales, además de 121 posgrados, entre especializaciones, maestrías y doctorados. Cuenta con cerca de 1.200 profesores de tiempo completo, alrededor de 280 ocasionales y 1.600 docentes de cátedra, que prestan servicios educativos a un número aproximado de 28.000 alumnos. Dispone de 143 grupos de investigación en las más diversas ramas de las ciencias, de los cuales 30 han alcanzado la categoría de excelencia y consolidados, y sus avances en investigación han sido reconocidos y premiados en el ámbito nacional e internacional.


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